Estaba buscando información en internet cuando de repente me encontré con este cuento/fábula de Jorge Bucay, que ilustra a la perfección como a veces creamos nuestros propios terrores, esos que no nos dejan pasar a la acción. Esos miedos que nos paralizan y que para empeorar las cosas no son sólo nuestros, sino que también son de la gente que nos rodea, que con la mejor de las intenciones no deja de advertirnos de cuánto problema (grave, por supuesto) se le cruza por la mente que nos puede surgir si emprendemos tal o cual cosa, si cambiamos tal o cual otra.
Un profesor de aviación lleva a un alumno a aprender a pilotear. Están en el avión y el profesor le dice:
Supongamos que estás piloteando el avión, viene una tormenta y arranca un motor, ¿qué harías?
Sigo con el otro motor –le responde el alumno.
Muy bien –dice el profesor-, pero si viene otra tormenta y te arranca el otro motor, ¿qué harías?
Bueno –dice el alumno – sigo con el tercer motor.
Claro –dice el profesor-, pero viene otra tormenta y te arranca el tercer motor, ¿qué harías?
Bueno –dice el alumno – sigo con el cuarto motor.
Pero viene otra tormenta y te arranca el cuarto motor, ¿qué harías?
Sigo con el quinto. Entonces el profesor le dice:
Decime, ¿de dónde sacás tantos motores? Y el alumno responde:
Y Usted, ¿de dónde saca tantas tormentas?

A veces dejamos pasar las oportunidades, ya sea de comenzar con nuestro negocio, o de darle un giro (esto inclusive si vemos que tenemos que cambiar algo porque no está funcionando del todo bien o no camina como nosotros quisiéramos). Tenemos las ganas, los medios y el temperamento, es decir la llama emprendedora, y sin embargo nos quedamos paralizados imaginándonos esas “tormentas”, esos miles de escenarios posibles, todos problemáticos, y peor, todos escenarios sin soluciones a la vista.
Suele pasar que nos inventemos estos escenarios “de terror” también como defensa para seguir en nuestro lugar de comodidad, de no tener que preocuparnos por lanzarnos a solas con nuestro plan, sabiendo de todo el esfuerzo que nos supondrá y de un resultado que soñamos sublime pero que en la fría realidad de los números sabemos que sólo un porcentaje muy pequeño de emprendimientos tiene éxito y sobrevive en el largo plazo.
En fin, nos atamos a esas tormentas imaginarias para no asumir los riesgos inherentes a la acción de emprender.
Por supuesto que no estoy diciendo que nos lancemos alegremente sin haber previsto ningún posible problema sin la respectiva solución, simplemente planteo el hecho de no quedarnos paralizados en la planificación eterna, sino que tomemos coraje y asumamos el riesgo de una vez.
Te aseguro que las peores tormentas están en nuestra imaginación, y el resto de ellas, son los mismos problemas que pueden surgir en cualquier trabajo, sólo que ahora dependemos de nosotros y de nuestros medios para solucionarlos, ahora corremos con la ventaja de que la mayoría de los problemas está en nuestras manos el resolverlos y no en manos de terceros.
Por supuesto que estos momentos de zozobra no son para todos los temperamentos, pero si la independencia es lo tuyo, si siempre te imaginás con tu propio negocio y emprendiendo, y te imaginás manejando las situaciones difíciles y creando soluciones, entonces no dejes pasar más tiempo: pasá ya a la acción.
Me parece interesante el articulo
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